Woody Allen: ¿Ídolo o Forro? |
Vuelve Allen. Casi con rigurosidad matematica, vuelve cada vez con una nueva vuelta a sus fantasmas de siempre: la creación, la muerte, las mujeres, el psicoanálisis, y el jazz… Como si fuese un continuo de sus míticos lunes tocando el clarinete, vuelve Allen con una historia de un guitarrista de jazz de los años treinta -su época preferida- y con un alter ego, que a diferencia del anterior -Keneth Branagh en "Celebrity"- no imprime un "como lo haría Woody" a cada escena, sino que se juega por sus propios caminos logrando demostrar al mismo tiempo su propia personalidad, su talento como actor, y hablo por supuesto de Sean Penn.
Emmet Ray (Penn) es un oscuro guitarrista de ficción sobre el cual escucharemos hablar y recordar a los estudios del jazz, como Nat Hentoff, o el mismo Allen, que a partir de sus testimonios, irán anudando escenas de la vida misma de Ray, y sus costumbres, que básicamente se reducen a su amor por su guitarra por sobre todas las cosas, cierta costumbre de robar algunas cosas -era cleptómano- tomar más que demasiado -era borracho- y manejar mujeres -era proxeneta-.
Destaca su complejo de inferioridad con respecto a un guitarrista estrella de esos años, el gitano Django Reinhardt, al que no puede escuchar sin llorar. También su personalidad egocéntrica, errática, creativa y por momentos violenta. Su forma de presentarse en sus shows… "tarde, borracho o nunca".
Y a esa persona casi real creada por Allen/Penn se le suma su novia, Hattie (Samantha Morton), en un lucida perfomance como su compañera muda… Más que rescatable. Las escenas que comparten son las mejores de toda la película. En una especie de homenaje al Fellini de "La Strada", esta dulce Gelsomina enfrenta a su Zampano músico sin palabras y con la firme convicción de que él la ama, pese a todo. Y la falta de palabras hace crecer su personaje escena tras escena. En el otro lado Blanche (Uma Thurman) también pelea por su Ray, sin conseguirlo.
Con la estructura de "Zelig", algo del humor irónico de "Disparos sobre Broadway" y quizás el más oscuro, tierno, no dulce -por momentos- y creo que en algún punto melancolico -hasta dramático- de sus films, como cada año, vuelve Allen.